
En el mundo de la vitipintura, las pieles fermentadas actúan como ciencia de la forma, como estructura de los organismos, trasladan una perspectiva geohistórica. La fuerte meteorización de nuestra tierra, el carbonato cálcico degradado, las carenas y piedras sueltas y nuestro pie antiguo, hacen de las cepas unas entidades adaptadas al rigor del clima, a la peculiaridad del suelo.
El óleo velado y empastado transmite esa tipicidad que posee La Marina, laberíntica cuando asciendes por la montaña y vertiginosa y frágil cuando desciendes hasta el mar. Como un maridaje intratable repartido en esos tres estratos o lugares donde se asienta lo absoluto, de manera acechante. Agua, piedra y vacío.
JUAN TÁRREGA
1972, Aldaia, País Valencià.

Crecí viendo pintar paisajes a mis padres. Habitaban en sus lienzos y tablas, siluetas y registros pictóricos que teníamos alrededor de manera concreta. Evidentes. Era lógico y natural que interactuara con todo ello de manera activa e intelectualizara pintando todo aquello que constituye a día de hoy mi motivo en el paisaje: la viña desde su aspecto ambiental.
Aprendí en la Universidad de luces y colores, encuadres, empastes, y, de manera autodidacta a hacer vino, plantar e injertar viñas, podar y labrar. De alguna manera, solo pretendo crear mi paisaje. Del bancal al lienzo o al revés.
@tarregaribes