Resulta innegable que los años 80 supusieron una explosión de creatividad artística que impregnó a un amplio abanico de expresiones. Para aquellos que lo vivieron en carne propia, todas estas referencias dan cuerpo a una galaxia referencial que ha nutrido su educación sentimental y, en algunos casos, también la artística. Tal es el caso del autor que firma esta exposición, Miguel Muñoz, cuyo imaginario orbita dicha constelación. Al respecto, algunas de sus piezas componen campos magnéticos únicos que atraen inexorablemente reconocibles puntos de luz que, al verse desprendidos de su ámbito de influencia para integrarse en otro universo de partículas, ofrecen un nuevo semblante, su reverso cambiante. Así ocurre con Depeche Mode, Yazoo o El Mago de OZ. Pero el horizonte artístico de Muñoz no termina ahí, ni mucho menos, pues tal como le ocurría al protagonista de Videodrome (1983), su faceta artística es de naturaleza mutante, heterodoxa, desprejuiciada e irreverente, siendo contagiada por múltiples universos referenciales y variados códigos culturales: de lo puramente artesanal a lo digital, de la publicidad a la pintura clásica, del underground al mainstream o del pop a lo más experimental. Esta exposición supone una amplia muestra que da cuenta de esta heterodoxia. Como en la citada obra de Cronenberg, asistimos a una pantalla corpórea de la que emergen cuerpos (como Kristen Stewart, Charlize Theron, Timothée Chalamet) y rostros que habitan espacios metamorfoseados, vampirizados, y que son conjurados en un frenesí de piezas redescubiertas para componer un instante fugaz, un paraíso reencontrado. A modo de palimpsestos, esta muestra constituye la faceta más artesanal de su obra.
Valencia
Pop como onomatopeya de explosión. Pop como intervención popular en la cultura de masas. Pop como latigazo visual, como adoración a los dioses urbanos, como frenesí lisérgico o como desvarío consumista. La obra de Miguel Muñoz lleva al límite la amalgamada iconosfera pop combinando la mirada irreverente con la idolatría del fan. En sus collages, envuelve a sus iconos pop favoritos en un aura de éxtasis místico a golpe de rotulador y tijeras. Personajes del cine, el cómic, la música o la televisión son alumbrados con una óptica nueva que invita a su relectura. Su mesa de trabajo es una trituradora, de diseño rutilante y colores chispeantes, en la que todos esos pobladores del imaginario colectivo son introducidos para emerger después, convenientemente filtrados por la mirada siempre original del autor, en paisajes insólitos y deslumbrantes.
CONTACTO:
@miguelcollages