Observar la obra de Cristina Alabau es también admirar un ejercicio de coherencia y perseverancia, un estilo defendido y reafirmado a lo largo de su extensa trayectoria que comenzó a mediados de los ochenta y que hoy sigue consolidando exposición a exposición.
Sus cuadros elegantes, poéticos y sugerentes, encierran íntimas iconografías, enigmáticas formas que son ya reconocibles en su pintura y que definen universos propios, intransferibles, construidos con elementos simbólicos que nunca abandona y que dispone a través de resortes intuitivos.
Las figuras que aparecen en sus grandes lienzos, casi siempre cuadrados, de fondos limpios y claros, obedecen a tres conceptos que se repiten de manera hipnótica una y otra vez; el hombre, la naturaleza y el tiempo.